¡Oh Corazón de Jesús! Yo quiero consagrarme a ti con todo el fervor de mi espíritu. Sobre el ara del altar en que te inmolas por mi amor, deposito todo mi ser; mi cuerpo que respetaré como templo en que tú habitas; mi alma que cultivaré como jardín en que te recreas; mis sentidos, que guardaré como puertas de tentación; mis potencias, que abriré a las inspiraciones de tu gracia; mis pensamientos, que apartaré de las ilusiones del mundo; mis deseos, que pondré en la felicidad del Paraíso; mis virtudes que florecerán a la sombra de tu protección; mis pasiones, que se someterán al freno de tus mandamientos; y hasta mis pecados, que detestaré mientras haya odio en mi pecho, y que lloraré sin cesar mientras haya lágrimas en mis ojos. Mi corazón quiere desde hoy ser para siempre todo tuyo, así como tú, ¡oh Corazón divino! has querido ser siempre todo mío. Tuyo todo, tuyo siempre; no más culpas, no más tibieza. Yo te serviré por los que te ofenden; pensaré en ti por los que te olvidan; te amaré por los que te odian; y rogaré y gemiré, y me sacrificaré por los que te blasfeman sin conocerte. Tú, que penetras los corazones, y sabes la sinceridad de mi deseo, comunícame aquella gracia que hace al débil omnipotente, dame el triunfo del valor en las batallas de la tierra, y cíñeme la oliva de la paz en las mansiones de la gloria.
Amén.
¡Oh Dios todopoderoso y eterno! Mira al Corazón de tu Santísimo Hijo y las alabanzas y satisfacciones que te tributa en nombre de los pecadores, y a éstos concédeles el perdón en nombre del mismo Jesucristo, tu Hijo y Salvador nuestro. Amén.
Para obtener las gracias que hemos pedido, saludaremos al Corazón de Jesús con las siguientes invocaciones:
1) ¡Oh Corazón de Jesús, coronado por la Santa Cruz! Me pesa de los pecados que he cometido contra ti con mi soberbia y desobediencia a tu Santa Ley.
Padrenuestro…
2) ¡Oh Corazón de Jesús, ceñido de corona de punzantes espinas! Me pesa de los pecados que contra ti he cometido con mis sensualidades, y poca mortificación.
Padrenuestro…
3) ¡Oh Corazón de Jesús, rasgado por el hierro de la lanza! Me pesa de los pecados que he cometido contra ti con mi apego y afición a los bienes de la tierra.
Padrenuestro…
Al Divino Corazón de Jesús, venid y adorémosle.
Al bondadoso Corazón de Jesús, venid y amémosle.
Al ultrajado Corazón de Jesús, venid y desagraviémosle.
Oración final. Oh Dios omnipotente, te pedimos que mires el inmenso amor del Corazón de tu amado Hijo Jesús, para que te dignes aceptar cuanto hacemos para tu mayor honra y gloria y en satisfacción de nuestros pecados. Te lo pedimos por los méritos infinitos de tu Hijo, que contigo vive y reina en unión del Espíritu Santo. Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Corazón divino de Jesús,
por el Corazón de María,
la mujer nueva de Nazaret,
nos consagramos a tu Corazón
para ser en nuestro mundo
antorcha de esperanza para los decaídos,
alegría para tantos jóvenes
que se encuentran solos y desesperados.
No nos dejes caer en la tentación
de no hacer nada.
Ayúdanos a sembrar los caminos
de amor a los que sufren
y ser entre los jóvenes
constructores de la Civilización del Amor.
Amén.
Oh sacratísimo Corazón de Jesús, dígnate aceptar este obsequio que te ofrezco a mayor gloria tuya y bien de mi alma. Amén
Y para recordar ahora el grande amor que nos has tenido, voy considerando tus Promesas saludándote al mismo propio tiempo con la oración del Padrenuestro, salida de tu Corazón y de tus labios.
Primera promesa: Daré a mis devotos todas las gracias necesarias para su estado.
Segunda: Pondré paz en sus familias.
Tercera: Los consolaré en sus aflicciones.
Cuarta: seré su Protector durante la vida y principalmente en la hora de su muerte.
¡Oh Jesús, oh Jesús mío! ¡Qué consoladoras son para mí estas promesas. Padrenuestro …
Quinta promesa: Bendeciré generosamente todas las empresas de mis devotos.
Sexta: Los pecadores encontrarán en mi Corazón la fuente inagotable de la misericordia.
Séptima: Las almas tibias se enfervorizarán.
Octava: Las almas fervorosas se elevarán a grande santidad.
¡Oh Jesús, oh Jesús mío! Por tu Corazón te pido que cumplas en mí estas tus consoladoras promesas.
Padrenuestro …
Novena promesa: Daré a los sacerdotes la gracia de conmover a los pecadores más empedernidos.
Décima: Bendeciré las casas en las cuales sea expuesta y honrada la Imagen de mi Corazón.
Undécima: Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón, y jamás se borrará de Él.
Duodécima: A los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, prometo la gracia de la perseverancia final y de que no morirán en desgracia mía y sin recibir los Santos Sacramentos.
¡Oh Jesús, Oh Jesús mío! Tu Corazón ya no puede darnos más: Concédeme el cumplimiento de estas tus dulces y consoladoras promesas y úneme a ti para siempre en el Cielo. Amén, Padrenuestro …
Oración: Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, míranos postrados humildemente ante tu altar. Tuyos somos y tuyos queremos ser; para que podamos unirnos hoy más íntimamente contigo, cada uno de nosotros se consagra espontáneamente a tu sacratísimo Corazón: Es verdad que muchos jamás te conocieron, que muchos te abandonaron después de haber despreciado tus mandamientos. Ten misericordia de unos y otros, benignísimo Jesús, y atráelos con fuerza todos juntos a tu Sacratísimo Corazón.
Reina, Señor, no solamente sobre los fieles que jamás se apartaron de ti, sino también sobre los hijos pródigos que te abandonaron, y haz que éstos prontamente regresen a la casa paterna, para que no mueran de hambre y de miseria.
Reina sobre aquellos a quienes traen engañados las falsas doctrinas o se hallan divididos por la discordia, y volvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve no haya sino un solo redil y un solo Pastor.
Reina, finalmente, sobre cuantos viven en las antiguas supersticiones de la gentilidad; y, como tuyos que son, sácalos de las tinieblas a la luz del reino de Dios.
Concede, Señor, a tu Iglesia segura y completa libertad; otorga la paz a todas las naciones y haz que del uno al otro polo de la tierra resuene esta sola voz: Alabado sea el divino Corazón, por quien nos vino la salud ; a él sea la gloria y honor por todos los siglos de los siglos. Amén.
Amor del Corazón de Jesús, abrásanos.
Caridad del Corazón de Jesús, derrámate en nosotros.
Fuerza del Corazón de Jesús, sostennos.
Misericordia del Corazón de Jesús, perdónanos.
Paciencia del Corazón de Jesús, no te canses de nosotros.
Reino del Corazón de Jesús, establécete en nosotros.
Voluntad del Corazón de Jesús, dispón de nosotros.
Celo del Corazón de Jesús, inflámanos.
Virgen Inmaculada, ruega por nosotros al Corazón de Jesús.
Amén.
Además, si esta práctica no fuera provechosa, ¿enseñaría la Iglesia el culto de las santas imágenes? Santa Teresa dice en su vida con esa admirable sencillez que la caracteriza: “No siéndome muy fácil recordar, a menudo, los objetos, me gustaban en extremo las imágenes”.
¡Ah! Desgraciados de los que pierden por su culpa los socorros que podían sacar de ellas. Tales personas demuestran bastante que no aman a nuestro seño; porque si lo amasen, se regocijarían al ver su imagen, así como los hombres se alegran mucho al mirar el retrato de la persona amada. Pero nada debe excitar tanto en ustedes esta veneración hacia las imágenes del Corazón de Jesús, como el placer que él experimenta cuando lo honramos. He aquí lo que dice Santa Margarita María: “un día, que era el de San Juan Evangelista, después de la sagrada comunión, se me presentó el Corazón de Jesús como en un trono de fuego cuyas llamas más brillantes que el sol esparcían su luz por todos lados. La llaga que recibió sobre la cruz se percibió se percibió en el visiblemente; estaba además coronado de espinas y ornado de una cruz. MI divino Salvador me hizo conocer que estos instrumentos de la pasión significaban que el amor inmenso de su Corazón para con los hombres había sido el principio de todos sus sufrimientos; que desde el primer instante de su encarnación había tenido presentes todos aquellos tormentos y ultrajes; que desde aquel momento, la cruz fue plantada en su Corazón, por decirlo así; que desde entonces aceptó todos los dolores y humillaciones que su santa humanidad había de sufrir durante el curso de su vida mortal, como también todos los agravios a que había de exponerle su amor por los hombres, permaneciendo con ellos en el Santísimo Sacramento hasta el fin de los siglos.
“Mi Salvador, añade ella, me ha asegurado que le complacía mucho ver los sentimientos interiores de su Corazón y de su amor honrados bajo la figura de este Corazón de carne, tal cual me había sido manifestado, rodeado de llamas, coronado de espinas y colocado debajo de una cruz, y que era su voluntad que una tal imagen de ese Sagrado Corazón fuese presentada al público, con el fin, añadió mi amable Redentor, de enternecer el corazón insensible de los hombres; al mismo tiempo, me prometió que derramaría con profusión los tesoros de gracia, que su Corazón posee en un grado inmenso, sobre los que le tributasen este honor y que, donde quiera que esta santa imagen fuese colocada para honrarla especialmente, atraería los favores del cielo”.
Refiérese que los habitantes de Antioquia detuvieron un terremoto escribiendo en las puertas de sus casas: Jesucristo está con nosotros, detente.
Llevemos sobre nuestro Corazón la imagen del Corazón de Jesús, y entonces, desafiando con valor al enemigo de nuestra salvación, en todas nuestras tentaciones podremos decirle: El Corazón de Jesús está conmigo, detente.
Obsequio: Llevar consigo una imagen o medalla del Corazón de Jesús; tener una en su oratorio, procurando, en cuanto sea posible, que haya una capillita dedicada especialmente a su culto en la parroquia del lugar en que uno vive.
Jaculatoria. Vamos con confianza al trono de la gracia, al Corazón de Jesús, a fin de experimentar los efectos de su misericordia y hallar en él la gracia en la necesidad.
- Señor, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, ten piedad de nosotros. - Señor, ten piedad de nosotros.
- Jesucristo, escúchanos.
- Jesucristo óyenos.
- Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros.
- Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
- Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
- Santísima Trinidad, que eres un solo Dios, ten piedad de nosotros,
- Corazón agonizante de Jesús, ten misericordia de los moribundos.
- Corazón agonizante de Jesús que, desde el primer instante de tu formación en el casto seno de maría has sufrido por nuestra salvación, ten misericordia de nosotros.
- Corazón agonizante de Jesús, que durante toda tu vida has sufrido tantas penas interiores, especialmente durante tu pasión, ten misericordia de nosotros. (En adelante se repite ten misericordia de nosotros).
- Corazón de Jesús, que llevaste contigo a tus más caros discípulos para ser testigos de tu dolorosa agonía en el huerto de los Olivos.
- Corazón agonizante de Jesús que dijiste a sus apóstoles: triste está mi alma hasta la muerte.
- Corazón agonizante de Jesús, que fuiste sobrecogido de una mortal tristeza al prever la inutilidad de tus sufrimientos para un gran número de almas.
- Corazón agonizante de Jesús que has sido saciado de amargura por causa de nuestros pecados.
- Corazón agonizante de Jesús que pediste tres veces a tu padre celestial alejase de ti el cáliz de tu pasión.
- Corazón agonizante de Jesús, que has repetido tres veces esta oración: Padre mío, que se haga tu voluntad y no la mía.
- Corazón agonizante de Jesús, que has hecho esta queja amorosa a tus apóstolos: ¡Cómo! ¿no has podido velar un ahora conmigo?
- Corazón agonizante de Jesús, cubierto por la violencia del dolor y por el exceso de tu amor, con un sudor de sangre abundante, que empapó la tierra donde estaba prosternado.
- Corazón agonizante de Jesús, abierto para los pobres pecadores.
- Corazón agonizante de Jesús, abismo de misericordias.
- Corazón agonizante de Jesús, que nunca te cansas de nuestros ruegos.
- Corazón agonizante de Jesús, en el que esperamos contra toda esperanza.
- Corazón agonizante de Jesús, nuestro asilo contra tu propia cólera.
- tribunal de misericordia, al que podemos apelar en los decretos de tu justicia.
- Corazón agonizante de Jesús, donde la justicia y la misericordia se han abrazado.
- Corazón agonizante de Jesús, obediente hasta la muerte de cruz.
- Corazón agonizante de Jesús, que has pagado por nuestras iniquidades.
- Corazón agonizante de Jesús, que has convertido al ladrón crucificado a tu derecha.
- Corazón agonizante de Jesús, que nos has prodigado tu dulzura.
- Corazón agonizante de Jesús, al que en cambio hemos vuelto hiel y vinagre.
- Corazón agonizante de Jesús, que has encomendado tu alma santísima en las manos de tu Padre.
- Corazón agonizante de Jesús, víctima infinitamente agradable a tu Padre.
- Corazón agonizante de Jesús, víctima a quien consumió el fuego de amor.
- Corazón agonizante de Jesús, sacrificio perpetuo.
- Corazón agonizante de Jesús, sacrificio que aplacas la justicia divina.
- Corazón agonizante de Jesús, nuestra luz en la sombras de la muerte.
- Corazón agonizante de Jesús, nuestra fuerza en el último combate.
- Corazón agonizante de Jesús, sacrificio perpetuo.
- Corazón agonizante de Jesús, que aplacas la justicia divina.
- Corazón agonizante de Jesús, nuestra luz en las sombras de la muerte
- Corazón agonizante de Jesús, nuestra fuerza en el último combate.
- Corazón agonizante de Jesús, dulce refugio y consuelo de los agonizantes.
- Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Perdónanos Señor.
- Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo. Escúchanos Señor.
- Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Ten misericordia de nosotros Señor.
V. Corazón agonizante de Jesús, esperanza de los que mueren en ti.
R. Ten misericordia de los moribundos
Oración
¡Oh amantísimo Señor Jesús! Que has querido nacer, sufrir y morir por salvar a todos los hombres, es en nombre de todas las pobres almas que sufren en este instante y que sufrirán en el día de los combates de la agonía, que te suplicamos humildemente les concedas la gracia, por los dolores de tu Corazón agonizante, del arrepentimiento y del perdón. Dígnate, oh divino Salvador, escuchar esta almas que has rescatado con tu preciosísima sangre y que te claman por la intervención de sus hermanos en la fe. Es hacia Ti, Oh Corazón agonizante de Jesús, que vuelven nuestras miradas moribundas y la esperanza de nuestras almas en este día del último combate en que por la mañana no esperamos ver la tarde, y en la tarde no esperamos ver la mañana, en que todo es luto y abandono en torno nuestro; nuestros cuerpos caen en la disolución, nuestras almas están sobrecogidas de espanto, nuestros ojos ya nublados se fijan en tu imagen crucificada, Oh Jesús, y en la de tu Corazón herido por los pecadores… Vemos esta herida abierta para ofrecernos un asilo contra los enemigos de nuestra salvación… En ella buscamos nuestro refugio… ¡Oh Corazón lleno de compasión hacia nosotros! Sálvanos, ocúltanos a tu propia justicia, y no nos trates según nuestras iniquidades. Sálvanos, Señor, puesto que tu adorable nombre ha sido invocado sobre nosotros en el bautismo, por la Iglesia, tu santa esposa; no olvides que María, tu Madre, es también la nuestra; tu corazón y nuestros labios la han proclamado inmaculada y siempre Virgen. Danos la fe y la contrición que diste al buen ladrón; acepta nuestros dolores y nuestras angustias en unión a tu dolorosa agonía; dígnate oh misericordiosísimo Redentor del mundo, dejar caer sobre nuestras almas una gota de ese sudor divino que destiló de tu sagrado cuerpo en el huerto de los Olivos, y de la sangre preciosa que salió de tu santísimo corazón herido con la lanza en la cruz. La fuerza y la dulzura de este celestial licor lavará todas nuestras iniquidades, será el bálsamo divino que sanará nuestras llagas y nos reconciliará contigo. Oh Jesús; en fin, Oh Corazón agonizante de nuestro Salvador y de nuestro juez, atiende a nuestro deseos; que sostenidos por María, nuestra tierna madre, y por san José, nuestro poderos protector, tengamos la dicha de unirnos a ti por toda la eternidad. Amén.
Prácticas
1º Rezar por los agonizantes tres Padre nuestro en memoria de la pasión del Señor y tres Ave María, en memoria de los dolores de María.
2º Procura a los agonizantes la asistencia de un sacerdote, y si no lo consigues, asístelos tú mismo haciéndoles repetir los dulces nombres de Jesús y María.
3º Inspírales sentimientos de humildad filial confianza.
4º Ponles el escapulario de N. S. del Carmen, pues el que muera revestido con esta divisa no caerá en el infierno, María lo ha dicho y no puede engañarnos.
5º Inspira al enfermo que se abandone completamente entre los brazos del S.S. José, este padre protector especial de la buena muerte, que tiene gran poder para conseguir para los que le invoquen la gracia de expiar dulcemente como él entre los brazos de Jesús y María.
5º Enseña a todos los que no la conozcan, la devoción del Corazón agonizante: introdúcela en las familias, en las comunidades y entre tus amigos; y no dudes que aquel Sagrado Corazón te bendecirá. Si por el fervor de tus oraciones llegas a salvar cada día un alma, serán, al cabo de un año trescientas sesenta y cinco las que habrás salvado… en diez años serán tres mil seiscientas cincuenta. ¡Qué cosecha! ¡Qué corona para la eternidad!
Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros
Jesucristo óyenos.
Jesucristo, escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Trinidad Santa, que eres un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
Corazón de Jesús, Hijo del Padre Eterno,
Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo,
Corazón de Jesús, al Verbo de Dios substancialmente unido,
Corazón de Jesús, de majestad infinita,
Corazón de Jesús, Templo santo de Dios,
Corazón de Jesús, Tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, Casa de Dios y puerta del cielo,
Corazón de Jesús, Horno ardiente de caridad,
Corazón de Jesús, Santuario de justicia y de amor,
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,
Corazón de Jesús, Abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza,
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones,
Corazón de Jesús, en que están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia,
Corazón de Jesús, en que mora toda la plenitud de la divinidad,
Corazón de Jesús, en que el Padre se agradó,
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos nosotros hemos recibido,
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados,
Corazón de Jesús, paciente y muy misericordioso,
Corazón de Jesús, liberal con todos los que te invocan,
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad,
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, colmado de oprobios,
Corazón de Jesús, desgarrado por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte,
Corazón de Jesús, con lanza traspasado,
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo,
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra,
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra,
Corazón de Jesús, víctima por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan,
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren,
Corazón de Jesús, delicias de todos los Santos,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.
V.- Jesús manso y humilde de corazón.
R.- Haz nuestro corazón conforme al tuyo.
Oremos: Oh Dios todopoderoso y eterno: mira el Corazón de tu amantísimo Hijo y las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te tributa; y concede aplacado el perdón a éstos que piden tu misericordia en el nombre de tu mismo Hijo Jesucristo. Quien contigo vive y reina en los siglos de los siglos. Amén.
A todas las invocaciones que siguen se responde: “Ten misericordia de nosotros”.
Primer dolor del Corazón de Jesús
Comunión indigna y traición de Judas
Estando ellos cenando, tomó Jesús el pan y lo bendijo, lo partió, y lo dio a sus discípulos, diciendo: Tomad y comed: este es mi cuerpo (Mat., cap 26)
1er preludio. Entra alma mía, respetuosamente en el cenáculo y contempla a Jesús sentado en la mesa con sus discípulos, dándoles por comida su mismo cuerpo, aun al traidor Judas.
2do preludio. ¡Oh Jesús! Haz que comprenda la necesidad que hay de probarse a sí mismo para no recibir indignamente el don eucarístico; y presérvame d ela desdicha de la mala comunión.
Consideración
Jesús sabía que Judas había formado designio de hacerle traición y de ponerlo en manos de sus más crueles enemigos para darle muerte; sin embargo: sin embargo, este bondadoso Salvador lo admite a su mesa y al mismo convite en que iba instituir el adorable sacramento de s cuerpo y de su sangre; por el cual, antes de morir, había de dar a sus apóstoles la última prueba de su ardiente amor.
En efecto, habiendo instituido el sacramento de la Eucaristía, da la Sagrada Comunión a sus apóstoles, sin exceptuar al alevoso profanador, no queriendo por su excesiva bondad escandalizarlo con una ruidosa repulsa y a fin de darle tiempo a que se arrepintiese de su horrendo crimen a la vista de tal miramiento.
¡Cuales serían los sentimientos y el dolor de este adorable Salvador, cuando llevándose a sí mismo, en sus propias manos, se depositó en la boca sacrílega de aquel traidor! ¡Y qué morada tan triste no hizo en el corazón de este pérfido, después de haber pasado por su detestable lengua, con la cual, dentro de un momento, debía tratar su muerte y vender su sangre a un vil precio! Así es, que a pesar de su extrema caridad, lanza al tránsfuga esta aterradora palabra: ¡Oh hombre desgraciado! Mas ¿quién es este hombre, sino el que come el Pan de los Ángeles con el corazón aun manchado por sus pasiones, sin humildad, sin arrepentimiento, sin amor, y en cierto modo volviendo luego a entregar a las profanaciones del mundo a Dios, que acaba de recibir: “no sabiendo discernir el cuerpo del Señor, come y bebe su propio juicio”.
Coloquio. ¿Quién no temblará, Señor, a vista del traidor Judas? ¡Un discípulo, un apóstol, el confidente de tus secretos, te recibe indignamente! ¡Dios mío, yo no soy digno de que entres en mi pobre morada, pero te diré con las hermanas de Lázaro: el que amas esta enfermo. Heme aquí, ¡oh médico divino! Cubierto de las heridas que me han hecho mis pecados! Y yo vengo a Ti para que me sanes; Tú lo puedes y creo que esta es tu voluntad.
Propósito: Acercarse siempre al banquete eucarístico con el corazón purificado por la gracias de la absolución; prepararse cuidadosamente a la comunión y examinar a menudo los frutos que sacan de ella.
Ramillete espiritual. Que el hombre se pruebe a sí mismo.
Oración
Acuérdate, ¡Oh dulcísimo y amado Jesús ¡ que nunca se oyó decir a cuantos han recurrido a tu benignísimo corazón, pedido sus auxilios e implorado su misericordia, que hayan sido desamparados. Animado con esta misma confianza, ¡Oh Rey de los corazones! Corro y vengo a ti y, gimiendo bajo el peso de mis pecados, me postro ante T; oh divino Corazón, no desoigas mis oraciones; ante bien, dígnate acceder a ellas. Muéstranos oh amorosisimo Jesús, que tu adorable Corazón es el corazón del Padre más tierno, y que aquel que se dignó enviarte para obrar nuestra Salvación, acepte por Ti nuestras plegarias. Amén.
La traición de Judas
Acercándose Judas a Jesús, le dijo: Dios te guarde, Maestro, y le beso. Díjole Jesús: amigo ¿a qué has venido?
1er preludio. Figúrate, alma mía que ves el jardín de los Olivos donde reina un silencio profundo. Es cerca de la media noche cuando llegaron los enemigos de Jesús. Judas se acerca a él y lo abraza.
2do preludio. Haz, ¡oh Salvador mío! Que comprenda cuán culpable es el alma que te traiciona, abusando de tus gracias, y los formidables castigos que le están reservados.
Consideración
Judas, discípulo de Jesús, revestido de la dignidad soberana del apostolado, admitido a su mesa, y teniendo toda su confianza, se deja dominar por una vil pasión y se hace el guía de los enemigos de su Salvador. Vende a su divino Maestro y comete la más negra traición, sirviéndose del ósculo de paz para entregarlo en manos de los príncipes de los sacerdotes. Este mansísimo cordero lo recibe, no obstante que conocía la horrenda intención de aquel pérfido, y lo trata con el dulce nombre de amigo. ¿Amigo, a que has venido? ¡Que herida tan penetrante no sería esta en su amante Corazón! ¡Oh Dios mío, si has manifestado tanta bondad a un enemigo, a un servidor infiel; si has hecho tan grandes cosas para desviarle de su pecado, ¿qué no deben esperar de ti los que, después de haber tenido la desgracia de ofenderte, te buscan de todo corazón?. Judas, después de haber consumado su crimen, lleno de desesperación se da la muerte. Este pérfido apóstol había cerrado sus oídos a las amistosas palabras por las cuales Jesús había querido ablandar su duro corazón, y, creyendo superado irremisible, consuma su eterna reprobación. He aquí lo que obra la tentación en las personas que, después de haber sido colmadas de gracias, vuelven a las infidelidades: acostumbradas a las bondades del Señor, de las cuales han abusado, nada les conmueve, ni el lenguaje de la fe, ni las piadosas exhortaciones, ni los caritativos avisos. La voz de Dios bondadoso que las llama y que desea perdonarlas no es oída; de modo que estas almas infieles se persuaden de que su salvación es imposible. ¡Cuan peligrosos son estos pensamientos de desesperación! Temamos y evitemos la ocasión de caer en el pecado; pero, si olvidando la justicia de Dios, tuviésemos la desgracia de cometer alguna falta, recurramos a su infinita misericordia.
Coloquio, ¡Oh Salvador mío! No pernitas jamás que yo renueve, abusando de tus gracias, la traición que detesto en el pérfido discípulo: antes haz que recordando los beneficios con que me has colmado, o sea siempre constante y fiel; más si yo por fragilidad, alguna vez tuviese la desdicha de ofenderte, haz que me arroje, lleno de confianza, en los brazos de tu excesiva caridad para recibir de Ti el perdón.
Propósito. A menudo recordaré la bondad de Jesús, al recibir el ósculo del traidor Judas; me compadeceré del acerbo dolor que sintió entonces el amante Corazón del que experimenta aun parte de los que le traicionan de nuevo en el sacramento de la Eucaristía.
Ramillete espirtual: ¿Amigo mío a qué has venido?
Padre Nuestro y Ave María
Segundo dolor del Corazón de Jesús
Previsión
Comenzó a atemorizarse y a angustiarse, diciendo: Triste está mi alma hasta la muerte… Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz… Mas no se haga mi voluntad sino la tuya… (Mateo, cap. 26).
1er preludio. Figúrate aun, alma mía, que estás en el jardín de los Olivos, y cerca de ti a Jesús, triste, agonizante y un ángel que le conforta.
2do preludio. ¡Oh Salvador mío! Haz que, tomando parte en el profundo dolor en que fuiste sumergido, obtenga el favor especial de ser asociados a los tres discípulos testigos de tu agonía.
Considera, alma mía, que si las afrentas y suplicios que nuestro divino redentor iba a padecer atormentaban y afligían su amante Corazón, no eran estas las penas que más sentía, pues siempre había deseado apasionadamente el dar la vida por los hombres, y muchas veces lo había significado diciendo: Con un bautismo de sangre yo he de ser bautizado. ¡Oh! ¡Y cómo traigo en prensa el Corazón mientras que no lo veo cumplido! Mas lo que causó en su alma una tristeza mortal fue la ingratitud y desprecio con que los hombres mirarían este beneficio, el poco fruto que sacarían de su pasión y muerte, y que siendo esta bastante para salvar infinitos mundos, con todo, pocos serían los que se aprovecharían de ella. Esta idea es la que lo aflige y lo acongoja y le hace entrar en agonía; este es el amargo cáliz de que pedía ser librado, y no de la muerte ni de los acerbos tormentos. Es posible, diría entre sí el afligido Señor, ¡Oh hombres este es el pago que me han de dar! ¿Es así como corresponderán al amor con que por ustedes muero? ¡Ah! Si yo supiera que al ver lo mucho que padezco, dejarían de ofenderme y empezarían a mamarme, entonces sí que me ofrecería gustoso, no a una sino a mil muertes: mas que después de tantas penas sufridas por ustedes con tanto amor, me correspondan con nuevos pecados, y que la sangre que voy a derramar por salvarlos sirva, por el abuso que de ella harán, para su mayor condenación, este es un tormento que a mi corazón se hace insufrible.
Agobiado el divino Redentor con esta terrible representación, se postró con el rostro por tierra, con aquel rostro que es gloria de los ángeles, y rogaba a Dios, con tanto mayor fervor, cuanto era mayor su congoja y aflicción. Tanto llego a ésta a oprimirlo, que comenzó a sudar sangre por todos los poros de su cuerpo con tal abundancia, que bañó con ella la tierra.¡Oh amor!, ¡O tormento!, ¡Oh Sangre de mi divino Redentor!
Coloquio. ¡Qué es esto, adorable Jesús! Yo no veo en este huerto ni los azotes, ni espinas, ni clavos que te hieran. ¿Cómo pues te veo todo ensangrentado? ¡Ah! Sí lo sé, Salvador mío, mis pecados han sido el lagar que exprimió de tu Corazón toda esa sangre y los crueles verdugos que más te atormentaron. Perdóname, Jesús mío; y ya que de otro modo no puedo consolarte, sino por un verdadero arrepentimiento, dame por tu afligido Corazón un dolor tan grande por haberte disgustado, que me haga llorar día y noche por mi ingratitud.
Propósito. Ir varias veces al día, por lo menos de corazón, al pie del tabernáculo a hacer actos de desagravio para reparar la ingratitud de los hombres y corresponder en cierto modo a las excesivas finezas del amantísimo Corazón de Jesús.
Ramillete Espiritual. Padre mío, si es posible, aleja de mí este cáliz, sin que yo lo beba; mas no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Tercer dolor del Corazón de Jesús
Huída de los apóstoles
Meditación
Entonces todos los discípulos abandonándolo, huyeron (Mat. C. 26)
1er Preludio. Figúrate, alma mía, a Jesús que ha quedado solo entre las manos de los soldados, porque todos sus discípulos huyeron sobrecogidos de temor.
2do Preludio. Señor, presérvame de mi propia debilidad y no permitas que jamás yo traicione tu causa, ya sea por respeto humano o por amor propio.
Consideraciones
Mira, alma mía, como preso y atado este mansísimo Cordero se deja arrastrar por aquellos lobos. ¿Y sus discípulos, dónde están? ¿Qué Hacen? Si no pueden liberarlo de las manos de sus enemigos, ¿por qué no lo siguen para atestiguar a lo menos, delante de los jueces su inocencia, y consolarlo con su compañía? Todos huyeron y lo dejaron solo, después de tantas promesas que le habían hecho de morir con él. ¡Ah! ¡Cuán sensible debió ser esta fuga al amante corazón de su buen Maestro! Pues no sólo les había hecho la gracia de admitirlos en su compañía y de que lo siguiesen a todas partes, sino que después de haberles dado las mayores pruebas de su singular amor, había puesto el colmo a sus beneficios, instituyendo por ellos algunas horas antes el más augusto de los Sacramentos, después de haberles hablado con toda efusión de su Corazón como lo haría un buen padre en el momento de dejar a sus hijos; y sin embargo, ellos le abandonan a la primera apariencia del peligro.
¡Oh adorable Jesús! ¡Cuánto debió sufrir tu Corazón en esta ocasión al verse tan ingratamente abandonado de sus escogidos! En este punto s ele presentaron, para afligirlo más todas aquellas almas más favorecidas y privilegiadas por él, que lo habían de abandonar después. Una estas he sido yo Jesús mío, que después de tantas gracias, luces y favores que he recibido de ti; después de tantas promesas que en tiempo de tranquilidad te había hecho; llegado el tiempo de la tentación, te he abandonado por seguir un apetito, por no privarme de un gusto, por condescender con una pasión Perdóname, Redentor divino, y recíbeme ahora que, arrepentido, a Ti me vuelvo para no abandonarte más.
Aquel fino corazón siente vivamente la injusticia hecha a su ternura, pero siempre dulce, paciente y constante en su caridad inmensa, se entrega a la muerte por aquellos mismos que se mostraban tan indignos de su amor. Después de su resurrección, se dignará mostrarse a ellos, llamarlos sus hermanos y colmarlos de nuevos favores “¡Oh caridad inagotable! ¡Oh amor infinito de un Dios!
Coloquio. Cuando veo ¡Oh Jesús mío! Conmoverse las más firmes columnas de la Iglesia a la primera tentación, ¿cómo me fiaré en mis resoluciones? ¡Cuán grande es la debilidad del hombre y cuán poca cosa es preciso para hacerlo caer! Yo sobre todo siento toda mi fragilidad; mas cuento con tus fuerzas a las cuales recurriré, uniéndome íntimamente a tu santísimo Corazón; de este modo tu amor será mi sostén en las flaquezas y me dará como a los apóstoles, no sólo valor para reparar mis negligencias pasadas, sino también la gracia de imitar tu ejemplo cuando reciba alguna ingratitud de las personas queme so deudoras.
Propósito: En la tentación, procurarme unirme fuertemente a Jesús para alcanzar la gracia de serle constantemente fiel.
Ramillete espiritual. ¡Oh mi buen Maestro, primero morir que abandonarte!
Cuarto dolor del Corazón de Jesús
La negación de Pedro
Y pedro le iba siguiendo de lejos hasta llegar al palacio del Sumo Pontífice. Y Habiendo entrado, estaba sentado con los sirvientes para ver el fin (Mat. C. 26)
1er preludio. Ve, alma mía, a San Pedro que después de haber seguido a Jesús a lo lejos se asienta cerca del fuego con los criados del gran sacerdote.
2do preludio. ¡O Jesús, fuerza de los débiles! Haz que, desconfiando siempre de mí mismo, me una constantemente a ti para que me preserves a la desgracia de ofenderte.
Consideración
La primera causa de la caída de San Pedro fue, sin duda su presunción. Advirtiéndole su divino Maestro que desconfiase de su extrema debilidad, no teme el peligro, presumiendo demasiado en el amor sensible que la tenía. ¡Feliz esta grande alma, si desconfiando de ella misma, hubiese buscado constantemente en Jesús su sostén y su apoyo! Pero, no contando más que con sus propias fuerzas, bien pronto se intimida al ver a los enemigos de su buen Maestro; sin embargo, como no quiere abandonarlo, lo sigue; mas desgraciadamente, no lo hace sino a lo lejos: de este modo, a la primera ocasión habrá una deplorable caída. ¡Ah! ¿Qué somos sin la asistencia divina? Ante la presencia de una sirvienta que cree reconocerlo como discípulo de Jesús, el temor se apodera de él, y el ligero soplo de una simple palabra derriba la roca que no ha mucho tiempo se prometía arrostrar las olas del mar y sus furiosas tempestades…
¡O debilidad espantosa de la naturaleza humana! ¿No desconfiaré constantemente de ti? Pedro, el príncipe de los apóstoles, el jefe de la Iglesia, niega a su divino Maestro, asegura con juramento que no lo conoce. ¡Ah! Cuán hondo y cuán amargamente penetró este ultraje en el Corazón de Jesús. Pero, ¿yo no he tenido también la desgracia de renovar la dolorosa llaga que recibió del mismo de quien debía esperar más lealtad? Sin embargo, en lugar de lanzar contra él algún terrible anatema, se apiada de su debilidad, le dirige una mirada llena de dulzura que penetra su corazón, le convierte sinceramente y le hace derramar un torrente de lágrimas.
Coloquio. ¡Oh mi buen Maestro! Si como Pedro, ingrato e infiel, he ultrajado mil veces tu generoso Corazón, también como él he sido movido por la dulzura y el poder de tu gracia, y así quiero lavar mis ingratitudes con las lágrimas de mi arrepentimiento. Haz que a ejemplo de este célebre penitente, mis ojos se conviertan en dos fuentes de lágrimas; más, que sean lágrimas de amor y que pueda mezclarla con la sangre preciosa que has derramado por mí.
Propósito. Rogar a menudo a Jesús, que penetre nuestras almas de la verdadera compunción, y que las anime del espíritu de penitencia.
Ramillete espiritual. Señor, no me dejes caer en tentación.
Quinto dolor del Corazón de Jesús
Su doloroso encuentro con su santísima madre
1er Preludio. Figúrate, alma mía, ver la calle de la Amargura donde se agolpa la multitud, y donde María encuentra a su divino hijo.
2do Preludio: sagrados Corazones de Jesús y de María háganme la gracia de participar en su dolor y la de ser abrasado en su divino amor.
Consideración
¿Quién podrá expresar el acerbo dolor que experimentó el amante Corazón de Jesús al volverse a ver con su afligidísima Madre? ¿Qué sentiría aquel clementísimo Señor cuando alzando los ojos s encontraron con los de su santísima Madre que la miraban? Oye los tristes gemidos de la desconsolada Señora, y el grande amor que le tiene revive. Por decirlo así, en aquel momento. Su corazón queda tan traspasado con el dolor mortal que le ocasiona la vista lastimosa de su tierna Madre, y su afligida imagen s ele imprime con tal viveza que detiene algo sus pasos y le hace experimentar las angustias de la muerte. Pero lo que más agrava su tormento interior es saber que lo que seguirá paso a paso aun hasta el lugar del suplicio. Por eso, este doloroso encuentro, dejos de calmar el dolor de ambas víctimas, no sirvió sino para aumentarlo. María sufre al ver sufrir a Jesús; Jesús sufría al ver a María; de este modo, por una recíproca comunicación de dolor y de amor, estos dos corazones, unidos tan estrechamente, experimentaron de antemano los rigores de la crucifixión. Oh sufrimientos incomprensibles, de los cuales los corazones más afligidos apenas pueden formarse una ligera idea. Ah, y ¿seré insensible a tantos padecimientos, cuando es por mi amor que se cumplen estos dolorosos misterios? ¿No me compadeceré de un Salvador y de una Madre que han hecho tan grandes sacrificios por mi salvación? Sí, a ejemplo suyo, quiero seguir los pasos de mi Redentor, es preciso que me una a sus trabajos y reciba con paciencia y resignación las penas que se dignará enviarme. Dios no me prohíbe que sienta cuando pesa sobre mí su paternal severidad: lo único que desea es que mi voluntad esté siempre sometida a la suya y que permanezca constantemente fiel a su servicio, a pesar de la repugnancia que manifestará nuestra viciada naturaleza.
Coloquio: ¡Oh amantísimo Redentor mío! Si yo debiera caminar sin vos, por el áspero camino del Calvario, me amedrentaría mi debilidad y poco valor; sin Ti la Cruz es demasiado pesada; es un mal sin consolación y sin fruto mas, en tu compañía, ¡Oh amor de mi alma! No sólo se vuelve ligera y amable, sino que también encierra un tesoro infinito. Haz, Oh Dios que me sirva para unirme íntimamente a ti; entonces, como mi Madre Santísima, te seguiré con fidelidad, y uniéndome a tus dolores participaré ampliamente de los méritos de tu pasión.
Propósito: sufrir de buena gana todas las penas y aflicciones que sobrevengan en unión de Jesús y de María.
Ramillete espiritual: ¡Oh Jesús! ¡Por los acerbos dolores de tu herido Corazón, ten piedad de nosotros!
Sexto dolor del Corazón de Jesús
María al pie de la Cruz
Y la madre de Jesús estaba en pie cerca de cruz (Juan cap 19)
1er Preludio. Figúrate alma mía a Jesús crucificado sobre la montaña del Calvario y a María en pie cerca de la cruz.
2do preludio. Oh Jesús, rey de los mártires, haz que mi corazón, conmovido por la aflicción del tuyo, renuncie para siempre al pecado, pues sólo él es la causa de nuestros dolores
Consideración
Mira, alma mía a tu divino Redentor, como, en medio de tantos tormentos, inclina la cabeza hacia la tierra y pone sus moribundos ojos en su santísima Madre que, llena de amargura y de dolor, estaba al pie de la cruz. Esta vista traspasó de parte a parte su afligido Corazón y le fue más insoportable que la misma cruz; siendo aquella Virgen purísima la más amante, la Más fiel, la más agradecida, la más santa, y por ser la más semejante a Él, era más digna de su amor que todos los ángeles del cielo, que todos los hombres de la tierra, y, por consecuencia la más amada. Así, es imposible el dar una justa idea del acerbo dolor que experimentó aquel fino Corazón, viendo que sus padecimientos herían profundamente el de su Madre santísima, viendo lo que sufría y lo que aun le quedaba por sufrir, para cumplir los designios de su Eterno Padre. Por eso, olvidando sus propios tormentos, quiso darle algún consuelo: cuidando de ella y dirigiéndole la palabra, hizo que adoptara por Hijo al discípulo que él amaba, diciéndole: Ahí tienes a tu hijo; y al discípulo: Ahí tienes a tu Madre, de este modo, nos mandó a todos en la persona de san Juan, el servirla y honrarla como a nuestra madre. ¡Mira qué mayor muestra e amor, pues no sólo nos perdona, sino que, antes de exhalar el último suspiro, nos deja la rica herencia de su Santísima Madre!
Oigamos ahora lo que esta Señora reveló a Santa Brígida, de la cruel aflicción que experimentaba el Corazón de Jesús al verla tan angustiada: “Mi hijo, era de milagrosa complexión, y así batallaba en él la muerte con la vida. Estando en este combate de infinitas agonías, volvió hacia mí la vista, y conociendo la grandeza del tormento que padecía mi alma, fue tanta la amargura y tribulación de su amantísimo Corazón, que rindió a la inefable angustia de la muerte, según la humanidad, clamó a ese Eterno Padre diciendo: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. ¿No eres tú, pecador abominable el que con tus crímenes te has hecho el verdugo de estos dos corazones tan puros e inocentes?
Coloquio. Oh Jesús, amor de mi alma, Oh María esperanza y refugio mío, quítenme las dulzuras de la vida; y ya que pasaron la suya en el dolor, no permitan que yo acabe la mía sin haber gustado la amargura saludable de la cruz, pues soy su esclavo, Oh Dios mí, y el hijo de tu sierva, a quien Tú mismo me diste por madre. Quisiera, amorosísimo Jesús, para darte las debidas gracias por este singular beneficio, tener una la lengua y un corazón de serafín. Bendito seas, Dios de misericordia, que para usarla conmigo me has dado una protectora y una abogada tan poderosa como María.
Propósito: Fijar constantemente nuestra vista en modelos de perfección; consagrar a su servicio lo que nos queda de vida y persuadirnos que para ser agradables a Dios, es preciso imitar a Jesús y María.
Ramillete espiritual. Jesús dijo a su Madre. Ahí tienes a tu hijo, y al discípulo: ahí tienes a tu Madre.
Séptimo dolor del Corazón de Jesús
Abandono y desamparo de su Eterno Padre
Y cerca de la hora nona, exclamó Jesús en alta voz, diciendo Eloí, Eloí, Lamma sabacthani? Esto es, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Mat 27).
1er Preludio. Figúrate aun, alma mía, la montaña del Calvario y a Jesús pendiente de cruz.
2do Preludio. ¡Oh mi adorable Salvador! Yo te suplico, por el completo abandono en que quedaste sobre la cruz, que desprendas mi corazón de todo apego a la criatura, para que, uniéndome estrechamente al tuyo, Tú solo me bastes.
Consideración
Contempla alma mía, a tu divino Redentor en la mayor aflicción y abandono en que se había visto hombre alguno en esta vid, y en aquella extremidad en que más se necesita amparo y consuelo: lo busca en la tierra y no lo encuentra. Sus discípulos y amigos lo habían abandonado: sólo uno de entre ellos, algunas santas mujeres y su santísima Madre le acompañaban en su padecer; pero esto no podía darle ningún consuelo; antes bien, con sus internos dolores aumentaba s aflicción. Mira a otras partes, y se ve cercado d enemigos que lo burlan, insultan y blasfeman; alza los ojos y clama al cielo, y el cielo se hace de bronce. En la agonía había venido a confortarlo un mensajero celestial; más aquí estos espíritus bienaventurados parecen insensibles a los sufrimientos de su rey… El Eterno Padre, viéndolo cubierto de nuestros pecados, lo desconoce, por decirlo así, y lo abandona al furor de sus enemigos; este abandono fue para su Corazón santísimo el mayor de sus tormentos. De ningún modo se había quejado; mas este fue tan vehemente y le oprimió de tal modo el Corazón, que no pudo menos que clamar en alta voz diciendo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Como si dijera ¿Es posible, Señor, que hasta Tú me abandones y conjures contra mí? Que mis discípulos y mis amigos me abandonen; que los hombres me persigan, eso no me sorprende; porque son frágiles e ingratos, que no me conocen, ni saben lo que hacen, pero Tú, Señor, que me amas, que sabes que soy Hijo tuyo, que padezco por tu gloria y por satisfacer tu justicia, y que muero en esta cruz para obedecerte, ¿por qué me desamparas?
Afligidísimo y abandonado Redentor mío, ¿por qué, siendo Dios, quisiste padecer tan cruel tormento? Y si este era tu deseo, ¿por qué te quejas tan amargamente? ¡Ah! Bien mío, ya te entiendo, quisiste enseñarme, con tu ejemplo, que no debo desesperar de tu infinita misericordia cuando me vea privado de las dulzuras que causa en mi alma tu amabilísima presencia; que debo sufrir con paciencia la privación de las gracias sensibles y los rigores aparentes de Dios hacia nosotros: pues es para enseñarnos a renunciar a nosotros mismos, que así lo haces. Señor, seas para siempre bendito porque quisiste también sufrir este misterioso abandono a fin de reparar nuestra ingratitud; y bendito sea tu amante Corazón a quien únicamente debo no haber sido eternamente abandonado de mi Dios.
Coloquio. Adorable Salvador, me avergüenzo de mí mismo, al verte soportar con una dulzura admirable ese completo abandono. Con tal que por tus más crueles dolores, Dios sea glorificado y tus hijos arrancados al infierno, esto te basta: te olvidas de ti mismo y consientes en ser abandonado del cielo y de la tierra; y yo, ¡Oh Jesús mío! Dominado por el amor propio, no pienso sino en mí; la más leve contradicción me abate y me hace prorrumpir en quejas. Mas desde ahora, ¡Oh Dios mío! Tú sólo me bastarás, y mi única felicidad será hacer tu santísima voluntad.
Propósito. En las penas interiores, en el olvido y abandono de las criaturas, unirnos estrechamente a Jesús y soportar con él sobre la cruz este abandono de Dios y de los hombres.
Ramillete espiritual. ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?
Primer día:
(Corregir y desterrar la sequedad y tibieza de nuestros corazones)
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Oración del primer día: Corregir y desterrar la sequedad y tibieza de nuestros corazones
¡Oh Corazón sacratísimo y melifluo de Jesús, que, con ferventísimos deseos y ardentísimo amor, deseáis corregir y desterrar la sequedad y tibieza de nuestros corazones! Inflamad y consumid las maldades e imperfecciones del mío, para que se abrase en vuestro amor. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amantísimo Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma.
Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.
Oraciones finales
¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros. Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con vos eternamente. Amén.
Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena
¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente os adoro con todos los espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.
Segundo día:
(Deseos y amorosos suspiros)
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Oración del segundo día: Deseos y amorosos suspiros
¡Oh Corazón amabilísimo de Jesús, celestial puerta por donde nos llegamos a Dios y Dios viene a nosotros! Dignaos estar patente a nuestros deseos y amorosos suspiros, para que, entrando por vos a vuestro Eterno Padre, recibamos sus celestiales bendiciones y copiosas gracias para amaros. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, sí es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.
Oraciones finales
¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros. Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con vos eternamente. Amén.
Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena
¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente os adoro con todos los espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.
Tercer día:
(Seguir vuestras sendas rectísimas para la perfección y para el cielo)
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Oración del tercer día: Seguir vuestras sendas rectísimas para la perfección y para el cielo
¡Oh Corazón Santísimo de Jesús, camino para la mansión eterna y fuente de aguas vivas! Concededme que siga vuestras sendas rectísimas para la perfección y para el cielo, y que beba de vos el agua dulce y saludable de la verdadera virtud y devoción, que apaga la sed de todas las cosas temporales. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.
Oraciones finales
¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros. Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con vos eternamente. Amén.
Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena
¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente os adoro con todos los espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.
Cuarto día:
(Aspirar formar mi corazón a vuestra semejanza)
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Oración del cuarto día: Aspirar a formar mi corazón a vuestra semejanza
¡Oh Corazón purísimo de Jesús, espejo cristalino en quien resplandece toda la perfección! Concededme que yo pueda contemplaros perfectamente, para que aspire a formar mi corazón a vuestra semejanza, en la oración, en la acción y en todos mis pensamientos, palabras y obras. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.
Oraciones finales
¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros. Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con vos eternamente. Amén.
Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena
¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente os adoro con todos los espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.
Quinto día:
(Perfeccionar todas mis obras)
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Oración del quinto día: Perfeccionar todas mis obras
¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús, órgano de la Trinidad venerada, por quien se perfeccionan todas nuestras obras! Yo os ofrezco las mías, aunque tan imperfectas, para que supliendo vos mi negligencia, puedan aparecer muy perfectas y agradables ante el divino acatamiento. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.
Oraciones finales
¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros. Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con vos eternamente. Amén.
Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena
¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente os adoro con todos los espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.
Sexto día:
(Hallar quietud, sosiego y gozo en el templo hermoso de la paz)
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Oración del sexto día: Hallar quietud, sosiego y gozo en el templo hermoso de la paz
¡Oh Corazón amplísimo de Jesús, templo sagrado donde me mandáis habite con toda mi alma, potencias y sentidos! Gracias os doy por la inexplicable quietud. sosiego y gozo que yo he hallado en este templo hermoso de la paz, donde descansaré gustoso eternamente. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.
Oraciones finales
¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros. Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con vos eternamente. Amén.
Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena
¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente os adoro con todos los espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.
Séptimo día:
(Mis peticiones para conseguir el fruto que deseo)
or la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Oración del séptimo día: Mis peticiones, para conseguir el fruto que deseo
¡Oh Corazón clementísimo de Jesús!, divino propiciatorio, por el cual ofreció el Eterno Padre que oiría siempre nuestras oraciones, diciendo: “Pídeme por el Corazón de mi amantísimo Hijo Jesús; por este Corazón te oiré, y alcanzarás cuanto me pides”. Presento sobre vos a vuestro Eterno Padre todas mis peticiones, para conseguir el fruto que deseo. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.
Oraciones finales
¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros. Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con vos eternamente. Amén.
Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena
¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente os adoro con todos los espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.
Octavo día:
(Vivir siempre respirando llamas de amor divino)
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Oración del octavo día: Vivir siempre respirando llamas de amor divino
¡Oh Corazón amantísimo de Jesús, trono ígneo y lucidísimo, inflamado en el amor de los hombres, a quienes deseáis abrasados mutuamente en vuestro amor! Yo deseo vivir siempre respirando llamas de amor divino en que me abrase, y con que encienda a todo el mundo, para que os corresponda amante y obsequioso. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.
Oraciones finales
¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros. Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con vos eternamente. Amén.
Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena
¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente os adoro con todos los espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.
Noveno día:
(Ablandar nuestra dureza y hacer más patente el amor)
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Oración del noveno día: Ablandar nuestra dureza y hacer más patente el amor
¡Oh Corazón dolorosísimo de Jesús, que para ablandar nuestra dureza y hacer más patente el amor con que padecisteis tantos dolores y penas para salvarnos, los quisisteis representar en la cruz, corona de espinas y herida de la lanza, con que os manifestasteis paciente y amante al mismo tiempo! Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, correspondiendo agradecido a vuestro amor, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Tres Padre Nuestro, tres Ave María, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque.
Oraciones finales
¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros. Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con vos eternamente. Amén.
Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena
¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente os adoro con todos los espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.
Jesús mío dulcísimo, que en vuestra infinita y dulcísima misericordia prometisteis la gracia de la perseverancia final a los que comulgaren en honra de vuestro Sagrado Corazón nueve primeros viernes de mes seguidos: acordaos de esta promesa, y a mí, indigno siervo vuestro, que acabo de recibiros sacramentado con este fin e intención, concededme que muera detestando todos mis pecados, esperando en vuestra inefable misericordia y amando la bondad de vuestro amantísimo y amabilísimo Corazón. Amén.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, tened piedad de nosotros.
Padrenuestro…
Corazón de Jesús, rico en todos los que os invocan, tened piedad de nosotros.
Padrenuestro…
Corazón de Jesús, esperanza de los que mueren en Vos, tened piedad de nosotros.
Padrenuestro…
Estando de rodillas, figúrate alma cristiana estar a la entrada del huerto de los Olivos, de aquel huerto testigo de los inmensos dolores de un Dios Redentor… Besa la tierra como si verdaderamente fuera la de ese misterioso jardín. Haz de todo corazón actos de fe, esperanza y caridad, y reza, penetrada de dolor para tus pecados, reconociéndote indigna de pasar una hora con Jesús agonizante.
Primera postración de Jesús
Primera consideración
Considera, alma compasiva, a tu dulcísimo Salvador, orando postrado y como anonadado, solitario en aquel triste jardín, abandonado de sus apóstoles, pues se habían entregado al sueño… Olvidado de todos… y quizá olvidado de tu mismo corazón… Dirige tus miradas hacia este Dios afligido… Permanece de rodillas y pídele perdón por tus extravíos, rezando cinco Padre nuestros y agregando esta aspiración: ¿Por qué, oh buen Jesús oh benigno Salvador, te he abandonado tanto tiempo? ¡Oh hijos de los hombres, vengan y manifiesten sincero amor a su divino Redentor!
Segunda consideración
En seguida, considera cuán grande debió ser la aflicción del Corazón de Jesús al ver que los ángeles lo habían dejado, que su Madre Santísima se hallaba lejos de él, y que su Padre Celestial lo miraba con indignación a casa de tus pecados con los cuales se había cargado voluntariamente… Un silencio espantoso rodea a Jesús por todas partes, y no ve más que la imagen de la muerte más cruel… ¡Ah! Compadécete de su dolor, consuélalo, haciendo de todo corazón cinco actos de contrición, en unión de los santos penitentes,
Tercera consideración
Figúrate que Jesús se levanta a duras penas, y se adelanta hacia sus discípulos… Piensa que te mira con bondad y repite nueve veces con el fervor de los ángeles: ¡Oh Jesús! Yo te amo; sí te amo de todo corazón.
Segunda postración
Primera consideración
Jesús, después de haber dejado a sus apóstoles, vuelve a orar por segunda vez. , alma fiel que oyes s dulce voz que exclama, agobiado del dolor más profundo: triste está mi alma hasta la muerte… y que volviéndose hacia ti añade: Tus innumerables ingratitudes son las causas de mis tormentos… Redoblado de fervor, dile excitándote a un verdadero arrepentimiento de tus pecados, y uniendo tus oraciones y tus lágrimas a las de san Pedro después de su caída: ten piedad de mí, Oh Dios mío, según tu gran misericordia, y según la multitud de tu clemencia, borra mi iniquidad.
Segunda consideración
Considera al buen Jesús afligido de más en más, sucumbiendo bajo el peso de su profunda aflicción. Imagínate que ves su divina cabeza inclinada hacia la tierra… su sagrado rostro, en cuyo semblante se ve estampada la imagen de su extremo dolor. Este amorosísimo Salvador se halla de más en más afligido a la vista del endurecimiento de los hombres que no quieren volver hacia él, prefiriendo la senda de la iniquidad a la de la justicia: lo que aumenta su pena es tu falta de energía en vencer tus pasiones.
Tercera consideración
Figúrate estar de rodillas cerca de Jesús agonizante, y dile tres veces: ¡Yo soy, Oh Salvador mío, aquella ingrata oveja que buscaste, llamaste y que, por tanto tiempo, ha permanecido sorda a tu voz! Heme aquí, ¡Oh amable Pastor mío! No llores más por tu rebelde hijo. ¿Deseas mi alma? Aquí la tienes, cubierta de miserias y herida por sus propios pecados. Pero Tú, Oh Médico caritativo, has dicho: vengan a mí los que están cargados y yo los aliviaré. Animado de esta confianza, cedo gustoso a tus amorosas solicitaciones y nuevamente te ofrezco mi alma: haz que sea tuya para siempre. Vengan pecadores, vengan ovejas descarriadas; vengan todos los que como yo se han alejado del Buen Pastor; consolémosle con nuestra sincera conversión y apresurémonos a tomar parte en sus dolores.
Cuarta consideración
Mira, sobrecogida de admiración, a tu Dios en el colmo de la aflicción, y cómo entra en agonía: apenas respira y parece sucumbir de dolor previendo que sus sufrimientos serán inútiles a un sinnúmero de hombres ingratos, que se perderán a pesar de todo lo que hace por ellos… Tú mismo también lo ofenderás… dile pues de todo corazón: Dios mío, prefiero morir mil veces antes que ofenderte. Añade cinco actos de caridad y al decir, amo a mi prójimo como a mí mismo, haz intención de prometer a Jesús, que trabajarás en ganar almas a su servicio
Quinta consideración
En seguida, dirige tus miradas con amorosa confianza hacia Jesús…óyele poseído del dolor más profundo, pero resignado: Padre mío, si es posible, has que este cáliz se aleje de mí; sin embargo que no se haga mi voluntad, sino la tuya. Únete a este divino Maestro, y repite con él las mismas palabras.
Jesús se levanta y va a sus apóstoles; más hallándolos dormidos, vuelve penetrado de tristeza al lugar de su oración.
Tercera postración
Primera consideración
Contempla, alma cristiana, a tu amante Salvador nuevamente postrado, pálido y desfigurado, cubierto de un sudor de sangre, y casi a punto de dar el último aliento… Su alma angustiada ve de antemano con el más profundo abatiiento los sufrimientos que se le preparan.
Repasa, en compañía de Jesús los dolorosos pasos de su pasión. En primer lugar, el beso del traidor Judas… ¡Ah! Llora amargamente por haber sido pérfida tu también, hacia Jesús por tus comuniones tibias, tal vez sacrílegas, Erré como oveja como oveja que se perdió, ¡Oh mi Dios, mi Salvador y el más paciente de todos los padres! Perdóname y no me castigues según el rigor de tu justicia.
Segunda consideración
Mira a Jesús cuya agonía se prolonga… piensa con él en su cruel flagelación: ya su cuerpo no es más que una llaga y sus pies nadan en su sangre… La columna en que está atado se halla cubierta de sangre y los pedazos de su carne están esparcidos por el suelo… ¡Ah! Es para expiar tus inmodestias, tus vanidades, tu gula y pereza que el inocente Jesús sufre tantos tormentos… Permanece al lado de Jesús y di siete veces, uniéndote a María, Madre de dolores la siguiente aspiración: ¡Oh amabilísimo Jesús! ¿por qué no me es permitido recibir yo mismo los golpes que despedazan tan cruelmente en tu carne virginal? Misericordiosísimo Salvador, por mí has recibido tantas heridas! ¿Por qué te he amado tan poco? Divino redentor mío, sí, prometo amarte con todo mi corazón: desde ahora quiero vivir, sufrir y morir por ti”.
Mira aun al dolorosísimo Jesús, une tus pensamientos a los suyos… Figúrate que lleva la cruz a cuestas… ¡Oh que cruz tan pesada! Nuestros pecados aumentan de tal modo su peso que cae tres veces bajo esa terrible carga… repite tres veces: ¡Oh cruz santa! Esperanza mía, no agobies al inocente Jesús; yo soy la culpable; yo soy la que debe sufrir y morir.
Tercera consideración
Considera, alma compasiva, a tu divino Salvador, que llegando al calvario, es despojado de sus vestidos, le traspasan sus manos y pies, levantan la cruz… Míralo con amor y escucha sus últimas palabras…Abraza la cruz y di cinco veces con el buen ladrón (por ti y tus parientes): Dulcísimo Jesús, concédenos la gracias de una sincera conversión y la perseverancia final. En seguida, dí tres veces uniéndote con las santas mujeres: Oh Jesús! Soberano Maestro y amorosísimo Padre, mi corazón siente un vivo pesar al recordar los crueles dolores que has sufrido en la cruz. No, jamás me separaré de ti: la bondad con que derramas hasta la última gota para expiar mis innumerables pecados, penetra mi ama de gratitud, a fin de manifestarte mi reconocimiento quiero entregarme a ti para siempre.
Toma el crucifijo y besa con amor y respeto las cincos llagas del Salvador, diciendo a cada una de ellas: Jesús, amor mío, siempre te amaré.
Cuarta consideración
Considera cómo se sobrecoge de espanto la santa humanidad de Jesús a vista del amargo cáliz que se le presenta y del que ha de beber hasta las heces… He aquí que vuela el ángel consolador y que, acercándose respetuosamente a su Señor y Creador, lo levanta. Piensa que te muestra a Jesús, diciéndole: ¡Ah! ¿Quieres dejar de perecer eternamente esta pobre alma? Y que Jesús, mirándote con ternura, le responde; “No, por ella moriré gustoso… Aquí guarda un profundo silencio; pues, ¿qué podrías decir para corresponder a tal exceso de amor? Mas entrega tu corazón a los sentimientos de gratitud que te inspira la generosidad de tu bondadosos Redentor.
Quinta consideración
Oye ahora los pasos del traidor Judas que, entrando en el jardín, viene a apoderarse de Jesús.. Besa la tierra como si besaras los helados pies de tu Salvador… Ve como se levanta y te consuela con la mirada llena de dulzura, y como deja su oración y va morir para salvarte… síguelo, repitiendo siete veces: ¡Oh buen Jesús! Pues que vas a morir por mí, yo también quiero morir por ti!
Puesto de rodillas, como si estuvieras en el lugar justo donde el Salvador estuvo en agonía, haz doce actos de amor uniéndote a la Magdalena penitente. Retírate dando gracias a Dios, reflexionando en la felicidad que has tenido de pasar una hora en compañía de Jesucristo agonizante, y en los intervalos del sueño, recuerda el lugar sangriento de su agonía. Al otro día repasa en la memoria las reflexiones que más conmovido tu alma durante la Hora Sanra y permanece en un piadoso recogimiento.
Ábreme tu corazón, oh Jesús, pues él es el lugar de mi descanso; en él quiero morar toda mi vida y dar el último suspiro. ¡Ojalá que en él pudiese ofrecerte continuamente el mío! Haz, o amable Salvador, que mi corazón se una tan estrechamente al tuyo, que yo pueda decir, como la esposa de los Cantares: “Yo duermo, mas mi corazón vela…” ¡Oh Jesús! Vela sobre mí mientras duermo. Uno el reposo que voy a tomar al santo descanso que tú tomaste en este mundo; quiero tomarlo con los mismos fines que tú, Oh Jesús, y para mayor gloria de tu Eterno Padre, a fin de que permaneciendo siempre unido a ti, esté siempre ocupado de Dios.
En tus manos, señor encomiendo mi espíritu.
CONFORMIDAD DE NUESTRO CORAZÓN CON SU CORAZÓN
DESCENDÍ DEL CIELO NO PARA HACER MI VOLUNTAD, SINO LA DE MI PADRE
Hijo mío, Yo vine a la tierra para hacer la voluntad de Aquél que me envió. Sabía cuántos insultos, dolores, desprecios y tormentos me estaban reservados, y sin embargo, no vacilé en abrazar la voluntad de mi Padre. Todo esto era bien poco en comparación de la amargura que experimentaba mi Corazón al pensar en la ingratitud de los hombres que, ciegos y deslumbrados los unos con el amor de los placeres y el brillo de las riquezas, y dormidos los otros sobre los papeles de sus negocios, los primeros no han querido verme, y los otros apenas se despiertan, o se despiertan tan tarde que hacen inútiles mis enseñanzas y la vida que di por ellos. ¡Oh ingratitud incomprensible! Tú también hijo mío te apartas de mí. ¿Por qué corres tras de lo que no has de conseguir? ¿Por qué te precipitas en las fuentes cenagosas que no apagan la sed? ¿Por qué no escuchas mi voz, cuando te llamo como el padre más cariñoso, como el amigo más fiel? En mi Corazón y en el de mi Purísima Madre, que también lo es tuya, encontrarás el manantial que nunca se agota. Te ofrezco dulzuras incomparables y tú prefieres el acíbar que produce el remordimiento, a cambio de un momento de placer. Buscas una dicha ficticia y engañosa, y a pesar del afán con que la buscas, tienes que confesar que no la encuentras. ¿Sabes por qué? Porque has despreciado la Ley que yo te di, y te has desviado de la senda que yo te tracé. Si alguna vez me sigues, tu paso es tan inseguro que el menor obstáculo te hace retroceder.
¡Oh dulcísimo Corazón! Ya que dijistes: Qui fecerit voluntatem Patris mei, ipse meus frater est, yo quiero ser tu hermano.
Y para que yo pueda llevar con propiedad este título deliciosísimo que me da tu amor, ayúdame Madre mía, y Tú, Jesús mío, modelos de humildad y obediencia. Yo propongo en adelante conformarme con tu voluntad, Corazón adorable de Jesús.
Y si te dignas darme tribulaciones, te amaré siempre, Corazón pacientísimo.
Si quieres darme alegrías, te amaré siempre, Corazón humildísimo.
Si quieres darme enfermedades y pobreza, te amaré siempre, Corazón modestísimo.
Si quieres que me injurien y calumnien, te amaré siempre, Corazón mansísimo. Si quieres que me ensalcen, te amaré siempre, Corazón perfectísimo.
Y si quieres que me humillen, que mis parientes me nieguen, que los amigos me falten y que la sociedad me abandone, haz que te amé siempre, Corazón santísimo, porque todo lo que no eres Tú, nada es, y no quiero confiar sino en ti, para que pueda morir exclamando:
Cumplí tu voluntad, Jesús divino,
Mientras viví en el mundo cenagoso;
Y hoy, por mi dicha, al fin de este camino
Espero me recibas amoroso.
Amén.
Profundas adoraciones del Corazón de Jesús, nos unimos a ti
Ardiente amor del Corazón de Jesús,
Ferviente celo del corazón de Jesús,
Reparaciones del Corazón de Jesús
Acciones de gracia del Corazón de Jesús,
Confianza segura del Corazón de Jesús,
Inflamados ruegos del Corazón de Jesús,
Silencio elocuente del Corazón de Jesús,
Humildad del Corazón de Jesús,
Obediencia del Corazón de Jesús,
Paz y mansedumbre del Corazón de Jesús,
Bondad inefable del Corazón,
Caridad universal del Corazón de Jesús,
Profundo recogimiento del Corazón de Jesús,
Tierna solicitud del Corazón de Jesús por la conversión de los pecadores,
Íntima unión del Corazón de Jesús con su Eterno Padre,
Intenciones, deseos y voluntades del Corazón de Jesús.
A las invocaciones que siguen se responderá diciendo “Nos unimos a ti”.
Amén.